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Bob Proctor y el libro que cambió su vida

Bob Proctor y el libro que cambió su vida
Bob Proctor (1934-2022), autor y orador motivacional canadiense. Fuente.

Hace poco descubrí a Bob Proctor, un orador motivacional. Hasta los 26 años, Proctor vivía en piloto automático. Tenía poca educación formal, nunca había leído un libro y no era capaz de mantener un trabajo por mucho tiempo, mucho menos conseguir uno bueno. Su vida cambió por completo cuando conoció a Ray Stanford. Con una pregunta, Ray lo dejó masticando:

¿Por qué no cambiás tu forma de vivir?

Y le sugirió un libro para leer, “Piense y Hágase Rico”, de Napoleon Hill (link a versión gratis para kindle). Hasta el día de su muerte, Proctor fue visto con ese libro en cada lugar adonde iba, y decía haberlo leído todos los días por más de 55 años. Una prueba de cómo un libro puede cambiarte la vida.

Hoy te traigo 5 bocados de Bob Proctor para masticar:

Cómo descubrir quién eres realmente, los obstáculos para el éxito, por qué nunca deberías seguir a las masas, qué es realmente una persona educada y más.

  1. Ray Stanford me dijo que si no me gustaban los resultados que estaba obteniendo en mi vida, tendría que cambiar yo mismo, ya que eran mis resultados. Y añadió que si iba a cambiar, tendría que descubrir algo sobre mí mismo”.

    Cuando trabajaba como programador y algo no andaba bien con el producto, tenía que cambiar el software. Hacer ajustes en el código. Debo confesar que en mis primeros tiempos como desarrollador era común verme cambiando cosas sin mucho criterio y cruzando los dedos para ver si con eso alcanzaba. Como intentando resolver el problema a fuerza bruta. Con la experiencia aprendí la importancia de dedicar tiempo para entender bien cómo funciona el software, o al menos la parte problemática, antes de hacer un cambio.

    Me gusta enfrentar la vida de la misma manera. Buscar entender más sobre cómo funciono, cómo pienso, cómo veo el mundo. Qué me mueve y qué me paraliza. Solo así podré saber qué esperar de mí y qué ajustar cuando algo no funcione como quisiera.

  2. El éxito es un término curioso. Nightingale lo definió muy bien diciendo que una persona tiene éxito si sabe dónde está, a dónde quiere ir y está avanzando progresivamente en esa dirección. Explicó que el éxito es la realización progresiva de un ideal valioso. Cualquiera que tenga un objetivo y esté trabajando para alcanzarlo, es una persona exitosa”.

    Jordan Peterson dice que “muchas emociones positivas dependen de tu percepción personal de que te estás acercando a un objetivo valioso. No de que lo hayas alcanzado”. Según Proctor, el éxito se encuentra en la sensación de avance, en las emociones positivas de las que habla Peterson.

    John Wooden define el éxito de otra manera: “La paz mental que se obtiene únicamente a través de la satisfacción personal de saber que hiciste el esfuerzo para dar lo mejor de lo que eres capaz”. Aunque no sea obvio a primera vista, hay elementos en común: tu esfuerzo es evidencia de que tenés algo a lo que apuntar y deja en claro que estás trabajando para alcanzarlo.

  3. Nuestros pensamientos determinan nuestras emociones. Nuestras emociones guían nuestras acciones. Y tenemos la capacidad de controlar nuestros pensamientos”.

    Mucho de lo que pensás depende del entorno en el que decidís estar. Si mirás el noticiero todos los días, es probable que pienses en cosas desagradables y sientas tristeza a diario. De una forma u otra, esa emoción va a contagiar el resto de tu día.

    Una forma sencilla y a tu alcance de influir en tus pensamientos es haciendo pequeños ajustes a tu entorno. Así como el informativo te entristece, el montón de ropa tirada por el piso te estresa y el living sin plantas te ahoga. Experimentá una semana sin noticias, con tu cuarto ordenado y algo de verde a la vista, y luego reflexioná... ¿cómo cambió mi vida?

  4. Pensar en por qué no puedes hacer algo nunca te será útil. Sigue reflexionando hasta que empieces a tener ideas sobre cómo puedes lograrlo. La solución se te revelará en forma de imágenes en tu mente. Concéntrate en cómo puedes hacerlo, no en por qué no puedes”.

    El pensamiento determina la emoción y la emoción, la acción.

    “No soy capaz de meter un saque. Ya van tres doble faltas seguidas...”. Si pienso eso, me achico. Siento impotencia, desesperanza. Voy a sacar y erro de nuevo.

    “¿Estaré pegándole muy abajo a la pelota? Quizás tenga que tirarla más alto para que el golpe salga desde arriba”. El pensamiento me ayuda a sentirme creativo, buscando resolver un acertijo en mi juego. Puedo acertar o errar en mi siguiente saque, pero si es lo último, estaré mentalmente preparado para recibir la situación como una pista para resolver el rompecabezas.

  5. Cuando realmente crees en algo, te fusionas completamente con esa idea, lo que provoca todo tipo de resultados positivos. Al creer firmemente, la idea de rendirse no existe. Nunca te das por vencido, sin importar lo que ocurra. Rendirse no es una opción. Aquellos que se rinden, en realidad, nunca estuvieron completamente convencidos de la idea desde el principio”.

    Muchas veces creo querer algo, pero es un engaño. Actúo basado en la emoción del momento. Veo un video sobre alguien haciendo baños de inmersión en agua fría, o escucho a un conocido compartir con mucha intensidad su última experiencia acampando a la intemperie y la adrenalina y excitación del momento me llevan a querer hacerlo. Días después me pregunto por qué ya no me siento tan motivado con eso, como si se me hubiera pinchado el tanque de combustible a pocos kilómetros de haber partido.


— Rodri

Para masticar...

¿Cómo definís vos el éxito?