Buscá la dona
Recuerdo un momento en el trabajo en el que me sentí atrapado en un círculo de negatividad.
Me había convencido de que el cliente estaba en nuestra contra; sus pedidos no tenían sentido para mí. Y yo no hacía más que quejarme y responder de mala gana.
Estaba poseído por la bestia: esa versión oscura, maligna y por momentos perezosa que todos tenemos, que intenta convencernos de actuar en base a las emociones del momento.
Pero gracias a un compañero de trabajo y su habilidad para responder con preguntas, pude tomar conciencia del círculo vicioso en el que estaba.
Tenía que encontrar una forma de salir de ese ruido...
Según Oscar Wilde,
“El optimista ve la dona, el pesimista ve el agujero”.
Yo estaba viendo el “agujero”. Pesimismo en todos lados. Si quería escapar de ahí, tenía que responder a una simple pregunta...
"¿Dónde está la dona?"
Cuando el agujero es: “Ya va un mes y todavía no me asignaron un proyecto”. La dona puede ser: “Tengo la oportunidad de hacer ese curso para el que nunca tengo tiempo”.
Cuando el agujero es: “Lo único que hago es documentar funcionalidades”. La dona puede ser: “Tengo la oportunidad de pulir mi escritura”.
Hay que ser creativos para encontrarla, hacer un poco de “malabarismo mental”. Pero no siempre vamos a dar con ella, y está bien que así sea.
No es casual que este bocado se titule “Buscá la dona”. Podría haber sido “Encontrá la dona”, pero de ser así, no estaría poniendo el foco en el aspecto más relevante: la búsqueda. Esa práctica diaria de encontrar lo positivo en cada situación, la oportunidad en medio del ruido.
Una gimnasia para la mente.
Y cuanto más “ejercitamos”, más seguido encontramos. La búsqueda pasa a formar parte de nuestra configuración predeterminada. Nos volvemos optimistas y, de repente, vemos donas en todos lados.
Cuando busco, hay una pregunta que suele darme pistas...
¿Qué tendría que hacer para sentir, dentro de un año, que haber pasado por esto valió la pena?
Cuando salí de ese círculo de negatividad en el que estaba, me di cuenta de que tenía una oportunidad única para aprender a regular mis emociones. Tenía garantizada la práctica diaria: interacciones con un cliente que despertaba lo peor de mí.
Y ahí estaba...
“¡Ahí estaba la dona!”.
Tenía la oportunidad de aprender a domar a la bestia.
Para masticar...
¿Dónde está la dona?