Círculo vicioso
“Rodrigo, necesito que me hagas un reporte para mañana”.
Otro pedido sin sentido. Claramente, este tipo no confía en nuestro trabajo.
¿Qué más podría esperar de una empresa que nos hace sentir como bomberos, apagando incendios técnicos cada día de la semana? Cuando todo es urgente, nada lo es.
Y no es que él sea el único implicado. Hay varios culpables de lo mismo, arrastrándonos a innumerables reuniones inútiles, ladrando sobre los problemas de un sistema anticuado y exigiendo soluciones mágicas en tiempo récord. Estamos rodeados.
Tomé una captura de la conversación y la compartí en el chat privado del equipo de desarrollo, para que todos fueran testigos del pedido disparatado.
“Miren lo que me viene a pedir ahora este cliente...”
Cerré la laptop y bajé a la cocina de la oficina, intentando huir de la frustración, como si ésta fuera a quedarse atrapada en el mundo de los bits. Al llegar, me encontré con Sebastián, quien con un simple “¿todo bien?” descubrió que esa frustración había bajado las escaleras conmigo.
“Este cliente me pidió que le haga un reporte. ¿Podés creer? Ya me tiene podrido con sus pedidos, uno más disparatado que el otro. Nos cambia las reuniones, los procesos de trabajo, y ni nos escucha cuando le proponemos una forma mejor de trabajar. Y ahora, a las cinco de la tarde, me pide un reporte”.
Sebastián, recostado contra una de las mesadas, bajó la vista hacia la manzana que estaba comiendo. Con el cuchillo cortó un gajo y lo dejó suspendido entre el pulgar y el metal de la cuchilla, listo para ser masticado. Levantó la mirada, curiosa, dejó pasar tres segundos y lanzó una pregunta:
“¿Qué tan loco es ese pedido?”
Me dejó mudo por algunos segundos. Fue como si un interruptor se activara en mi cerebro, y de repente pudiera ver luz donde antes sólo había oscuridad.
“Los pensamientos negativos se acumulan. Cuanto más te ves a vos mismo como inútil, estúpido o feo, más te condicionás para interpretar la vida de esa manera. Te quedás atrapado en un bucle de pensamientos. Lo mismo ocurre con la forma en que pensás sobre los demás. Una vez que caés en el hábito de ver a las personas como enojadas, injustas o egoístas, comenzás a ver ese tipo de personas en todas partes”.
— James Clear (Atomic Habits) *
No había nada de extraño en el pedido. Era solo un reporte. Un simple reporte. Pero, por alguna razón, yo no podía verlo de esa manera.
Me había convencido de que esta persona estaba en nuestra contra. Todo lo que decidía era para perjudicarnos de algún modo. No nos quería cerca.
Pero, como dice James Clear, cuando te acostumbrás a ver a las personas de una cierta forma, empezás a ver señales de eso en todo lo que hacen. Si pensás que te odia, interpretarás todos sus mensajes con tono agresivo. Si creés que desconfía de vos, sentirás un aura de interrogatorio cada vez que se exprese.
El peligro es que ese bucle de pensamientos, ya sean positivos o negativos, puede ser ficticio y, además, contagioso.
La pregunta de Sebastián me hizo tomar conciencia del círculo vicioso de negatividad que no me dejaba ver las cosas como realmente eran. Si quería tomar mejores decisiones y contagiar mejores hábitos de trabajo en mi equipo, algo tenía que cambiar. Tenía que encontrar la manera de escapar de ese círculo.
A partir de dos libros, Emotional Intelligence 2.0 y The Coaching Habit, ideé un mecanismo para ejercitar el músculo del autocontrol. Desarrollé pequeños hábitos que me ayudarían cada vez que esa persona lograra irritarme:
- Cuando me pida una tarea y sienta enojo, le voy a pedir 10 minutos para digerir el pedido y después responderle.
- Si nos pide algo irracional en medio de una reunión, le voy a decir que lo analizamos con el equipo al final y que enseguida le doy una respuesta.
Estos simples cambios me permitieron frenar el impulso de responder en caliente. Me di cuenta de que, si me daba unos minutos para dejar que las emociones se asentaran, empezaba a ver las cosas con mayor claridad. Entendía mejor el porqué de cada pedido y, en muchos casos, podía ofrecer soluciones más efectivas.
Con cada paso, escapaba un poco más de ese círculo vicioso de negatividad.
Esa nueva perspectiva cambió todo. No solo pude manejar mejor mis emociones, sino que también entendí que, detrás de lo que yo interpretaba como una molestia constante, ese cliente siempre quiso lo mejor para nosotros.
Era alguien que, como todos, buscaba soluciones, y yo finalmente había aprendido a verlo de esa manera.
Para masticar...
¿De qué círculo vicioso necesitás escapar?