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El problema de las pestañas

El problema de las pestañas
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Conozco a alguien que sufre del “problema de las pestañas”.

Cuando se cruza con algo interesante navegando por la web, lo guarda en una pestaña del navegador, con la idea de revisarlo tranquilo en el futuro.

Pero el momento de tranquilidad nunca llega, y la lista de recursos sigue creciendo.

Las pestañas son como un trivia de conocimiento: historia, geopolítica, economía y salud. Pero hay tanto por aprender que se ha vuelto inmanejable. Los recursos guardados, que prometían disfrute y conocimiento, ahora causan ansiedad.

Es loco pensar cómo algo que debería impulsar nuestro aprendizaje, el mundo entero a un clic de distancia, termina frenándolo.

Hace unos días me di cuenta de que también sufro del “problema de las pestañas”, pero con los libros.

En mi mesita de luz hay cinco libros, cada uno con un marcador en las primeras veinte páginas. También tengo otros tantos a medio empezar en el Kindle. Mientras escribo esto, hay tres más detrás de mí que traje de casa de mis padres hace unos meses.

Cada libro es una “pestaña” del mundo físico. Conseguir uno nuevo es casi tan sencillo como marcar algo en favoritos. Sea que me los crucé o me los recomendaron, mi sed de conocimiento me impulsó a obtenerlos.

Me incomoda tener muchos libros a medio leer. Es como si hubiera retrocedido a la época en la que no podía leer ni un folleto de supermercado. ¿Habré perdido el hábito?

También me molesta dejar cosas a medio hacer. Cada libro es una víctima de la impulsividad del momento.

Lo más peligroso es que revivo estas emociones a diario, cada vez que entro a mi cuarto y veo la pila de libros sobre la mesita de luz, o cuando entro a mi oficina y me encuentro con una torre de carátulas sobre la biblioteca. Son reflejos de mis falencias. Síntomas del caos mental.

Mi conocido los recuerda cada vez que abre el navegador: 1232 pestañas…

A veces, la fricción ayuda. Compré los primeros libros de liderazgo en Amazon, gasté una franquicia anual y esperé dos o tres semanas para recibirlos. Cuando los tuve, no pude dejar de leerlos.

La falta de resistencia puede limitarnos en lugar de impulsarnos. Cuando las cosas están a un botón de distancia, no se perciben de la misma manera.

Pero tampoco estoy persiguiendo algo con la lectura. Estoy en “modo búsqueda”: lo interesante me viene bien, pero no responde a una necesidad profunda que deba satisfacer.

Tengo una solución al problema. No la quiero aceptar, pero no veo otra salida.

Hacer borrón y cuenta nueva.

Devolver todos los libros a la biblioteca. Quitar los marcadores. Exterminar mi lista de favoritos.

Y luego refinar mi objetivo. Encontrar una pregunta ardiente que desate una nueva persecución.

Solamente así las “pestañas” relevantes se iluminarán en mi camino.

Para masticar...

¿Con qué versión del “problema de las pestañas” estás lidiando?