Hipnosis

Van cinco veces en el día que me pasa lo mismo.

Podría resumirlo en un patrón: me surge la idea de buscar algo en el celular, entonces lo agarro, lo desbloqueo y lo que sigue es como un sueño difícil de recordar.

Entro en un trance. Me olvido de todo y mi visión se reduce, haciendo foco en el torrente inagotable de videos y fotos que se me cruzan en el camino. Mi pulgar se desliza frenéticamente por la pantalla, en diagonal de abajo hacia arriba como los brazos de un limpiaparabrisas. Se siente como un tragamonedas del casino.

De repente recupero la conciencia. A veces pasa a los dos minutos. Otras, a los diez o quince. Cada tanto incluso, pasan horas para que logre despertar del hechizo.

Al fin recuerdo lo que vine a buscar.

Se siente algo como lo que imagino que sintió un amigo años atrás cuando despertó de los trucos de un hipnotizador en una fiesta de cumpleaños.

Me llamó la atención la cantidad de veces que me pasó lo mismo en poco tiempo, aun siendo consciente del problema. “Uh, me pasó de nuevo” resonó varias veces en mi mente ese día.

¿Cómo puede ser que caiga tan seguido en el truco?

Cuando estoy en modo persecución, veo en el celular una fuente inagotable de recursos: videos, libros, y podcasts a un toque de distancia. Un fastpass para una buena inmersión. Pero también puedo verlo como un encantador, que me seduce con sus trucos engañándome para perseguir lo que no necesito. Muchos saltos a la piscina, pero ninguno en forma de clavado hacia lo profundo.

Hay quienes deciden eliminar al hipnotizador: deshaciéndose de su magia desinstalando las aplicaciones que distraen. Yo fui uno de ellos, pero ahora alcanzo a ver el potencial que tienen estas aplicaciones para impulsarme hacia las profundidades cuando quiero aprender sobre algo.

Necesito encontrar un balance.

Por eso, estoy en el proceso de conocer al mago, de conocerme a mí mismo y de entender sus trucos. Solo así podré convivir con él y lograr evitar ser víctima de sus engaños.