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La Bestia

La Bestia
Foto por Joan Li.
“Si pensás en términos negativos, obtendrás resultados negativos. Si pensás en términos positivos, lograrás resultados positivos”.

— Norman Vincent Peale

Mientras tocaba la guitarra, algo volvió a suceder.

Algo que siempre me hace querer callarla y guardarla en su estuche.

Estaba tocando “Spaceship”, una canción de The Vines que empieza con un arpegio que siempre me ha resultado cautivante y, especialmente, divertida de tocar. El tema es que no siempre la toco nota por nota a la perfección. Suelo mover los dedos de la mano derecha para que suene más o menos como el original, no un calco exacto.

Pero esta vez se sintió diferente. Al llegar al tercer compás, no había cometido ningún error. Nota por nota, venía siendo una réplica exacta.

Y ahí fue cuando apareció. Esa maldita voz interior...

¡Qué bien que me está saliendo!
¡No puedo creer que todavía no le haya errado ni a una nota!

Rápidamente, la voz se fue volviendo un poco más maligna...

No soy tan bueno como para mantenerlo... Típico que le erro ahora, ¿no?
Le voy a errar en 3... 2... 1...

El final de la cuenta regresiva coincidió con mi pulgar tocando la quinta cuerda en lugar de la sexta.

Esa misma voz aparece en otras oportunidades. Cuando vengo sacando bien en un partido de tenis, me arrastra hacia las dobles faltas. O cuando estoy recitando el guion de una charla a la perfección y, como por arte de magia, me deja en blanco.

Es como si algo despertara dentro de mí, difícil de controlar, difícil de acallar. Una versión de mi que en lugar de luz, trae oscuridad.

Poco a poco la voy conociendo. Descifrando sus patrones de sueño.

Cuando estoy concentrado en la tarea, duerme como una piedra. Ni se entera de lo que estoy haciendo. Ronca...

Como una Bestia.

Pero cuando desvío mi atención hacia cómo estoy haciendo lo que estoy haciendo, la alarma se activa. Es como una de esas que aumentan su volumen progresivamente. A veces logro detenerla a tiempo, o al menos posponerla, siempre y cuando consiga volver a concentrarme en la tarea.

Pero cuando fallo, somnolienta, la Bestia empieza a moverse en su cama. El sonido de la alarma se vuelve cada vez más insoportable, en sintonía con el murmullo oscuro que invade mi mente.

Ya es demasiado tarde...

Algo me dice que es importante conocer a la Bestia.

Saber cuándo le gusta aparecer.
Cuándo tiene ganas de despertar.
Cuándo está por atacar.

Volverse bueno reconociendo el momento en que la alarma se está por activar, como cuando uno se despierta naturalmente un minuto antes de que suene por las mañanas.

Si quiero triunfar, tengo que aprender a domar a esa Bestia.

Para masticar...

¿Qué hace despertar a tu Bestia?