La carnada
“Pique... golpe”.
“Pique... golpe”.
¡Funciona!
¿Cómo puede ser?
Tras la primera clase, supuse que la mejoría había sido casual, pero ya van tres sesiones seguidas y puedo confirmarlo: estoy jugando mejor.
Muchísimo mejor.
Además, me estoy cansando menos. Puedo seguir corriendo y pegando durante horas sin parar.
Y no es que, de repente, haya descubierto el secreto para dominar el revés, ni el ajuste perfecto para asegurar la derecha. Mi habilidad hoy es la misma que antes de este descubrimiento.
En apenas dos semanas, me he convertido en un jugador diferente: consistente, seguro y confiado.
“Pique... golpe”.
“Pique... golpe”.
Mi fascinación con la idea de “la Bestia” me llevó —ya ni recuerdo cómo— a un libro de Tim Gallwey: The Inner Game of Tennis.
Según Gallwey, cada uno de nosotros lleva dos “personas” dentro: Self 1 y Self 2.
Self 1 es quien quiere controlarlo todo. Ese “opinólogo” que siempre está pensando y analizando nuestro entorno. Dando instrucciones. Self 2 es nuestro cuerpo, nuestra versión más automática. Quien ejecuta las instrucciones que luego, naturalmente, serán evaluadas por el primero.
Self 1 es el que dice.
Self 2, el que hace.
Pero Self 2 ya sabe hacer un montón de cosas por sí mismo, y podría ejecutarlas aún mejor si el otro no se entrometiera.
Si tan solo confiaran en sus capacidades...
Esto lo vivía tal cual cada vez que jugaba un partido. Durante el calentamiento, mis tiros eran perfectos. Me sentía hábil, suelto, imbatible. Apenas comenzaba el partido, todo cambiaba.
Si fallaba un saque, aparecía la vocecita: Self 1.
“¿Ya voy a empezar con las dobles faltas?”
O al errar un drive…
“No estoy llevando el brazo bien atrás. Debería preparar antes el golpe”.
Self 1 acaparaba; Self 2 se cohibía, y mi rendimiento caía en picada.
También recuerdo incontables ocasiones en las que logré ejecutar un tiro digno de Federer sin haberlo pensado. Como quien bromea sin proponérselo y luego se asombra de lo logrado. El golpe perfecto salió solo. El cuerpo supo hacerlo sin indicaciones del “controlador”.
En el corazón de The Inner Game of Tennis está la idea de que, si logramos bajar el volumen a Self 1 y confiar en Self 2, nuestro juego empezará a florecer.
¿Pero cómo le bajamos el volumen?
“Pique... golpe”.
“Pique... golpe”.
Gallwey sugiere darle algo a “la Bestia” para que se entretenga, algo que no le permita interferir con nuestros golpes.
Una “carnada”.
El cebo perfecto es la pelota. 🎾
Seguirla con la mirada, como quien sigue el péndulo de un hipnotizador. Cuando pica en la pista, decir “Pique”. Cuando entra en contacto con alguna raqueta, decir “Golpe”.
🎾
El resto es confiar. Los pies sabrán dónde posicionarse. El brazo sabrá cómo y cuándo acelerar.
Y así funciona la técnica. 🎾
Con la bestia entretenida, cada punto se convierte en una meditación: sin murmullos, sin juicios. Me concentro en el ritmo del juego, en el tempo de cada pique y en el sonido de las cuerdas. La energía se conserva y se convierte en combustible destinado al cuerpo y sus movimientos, no al pensamiento perpetuo.
Es como jugar entre nubes.
Y me pregunto… ¿qué otras áreas de la vida se beneficiarían de distraer a la Bestia?
“Pique... golpe”.
“Pique... golpe”.
Para masticar...
¿En qué situaciones podrías soltar un poco el control mental y observar lo que surge por sí solo?