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La ola

La ola
Foto por Silas Baisch.
“Montá la ola mientras se pueda.

Si tenés la suerte de sentir el golpe de la inspiración, aprovechalo al máximo. Quedate en la energía de ese movimiento tan especial mientras dure.

Cuando fluís, seguí”.

— Rick Rubin (The Creative Act)

Son las 15:23 y estas son las primeras palabras que logro poner en este borrador.

Me pasa más de lo que quisiera: bloquearme frente a la hoja en blanco, esperando una ola de inspiración que nunca llega. Hoy no es la excepción.

Se me ocurrió probar algo diferente. Voy a poner un temporizador de 15 minutos y escribir lo que salga, sin vueltas.

⏱️ 15:00. Tiempo...

Cuando un bocado sale bueno, suele ser escrito de un tirón. Recuerdo desvelarme con la idea de uno mientras estaba en la cama, y escribirlo de principio a fin, a oscuras, en el celular. O uno más reciente, Enlenteciendo el tiempo, que lo escribí en una libretita parado en medio de la cocina.

La inspiración llega en momentos aleatorios: manejando, intentando dormir, dándome duchas... y tengo que estar listo para exprimir ese momento al máximo.

Me ha pasado dejar bocados a medias. Bocados que empezaron en un arrebato de inspiración, pero que por alguna razón decidí pausar, pensando retomarlos luego, solo para descubrir que no había manera de continuarlos. Eso me enseñó que, cuando pasa el tren, más vale subirse.

Escribí una guía para impulsar iniciativas dentro de WyeWorks, un playbook de casi 80 páginas. El 90% lo escribí de un tirón. El 10% restante me llevó semanas, porque lo completé meses después, en otro estado mental. El tren ya no tenía frecuencia, así que tuve que ir a pata.

“Si sos escritor y conectás con un torrente de ideas antes de dormir, quizá quieras seguir hasta el amanecer. Si sos músico y lograste tu meta de crear una canción o diez, pero la música sigue fluyendo, capturá todo lo que puedas”.

— Rick Rubin (The Creative Act)

⏱️ 7:44...

Ocho minutos casi, y ya podría decir que hay avances. Veo párrafos y oraciones. La barra de desplazamiento del editor ahora es visible. El minuto 15 marcó una separación entre la mente en blanco y el flujo de ideas.

¿Cómo puede ser? ¿Lo logré a demanda?

Quizás tenga que ver con una idea que vengo masticando desde hace un tiempo: escribir sobre no saber qué escribir cuando no sé qué escribir. Quizás las palabras se venían madurando en segundo plano, resultado de haberme planteado esa posibilidad antes. Algo así como la técnica en la que uno escribe una pregunta en un post-it justo antes de ir a dormir, para levantarse con la respuesta cocinada en el mundo de los sueños (Sistema Activador Reticular (SAR)).

Ahora que lo pienso, cuando la escritura fluye, esos bocados que salen como por un tubo son los que escribo sobre lo que mi mente ya viene masticando. Los temas que me inquietan, los enigmas que aún no resuelvo, las revelaciones que descubro.

⏱️ 2:12

Tener algo que decir no es suficiente para que valga la pena comunicarlo. Las palabras en pantalla no son más que ruido hasta que el lector las declare música. Pero a veces, la única forma de que yo encuentre música en mis oídos es produciendo un poco de ruido.

“John Lennon una vez aconsejó que, si empezás una canción, la escribas de principio a fin en esa misma sesión. La inspiración inicial tiene una vitalidad que te puede llevar a terminar toda la pieza. No te preocupes si algunas partes no son todo lo que podrían ser. Completá un borrador. Una versión completa e imperfecta suele ser más útil que un fragmento aparentemente perfecto”.

— Rick Rubin (The Creative Act)

⏱️ ❗️

Para masticar...

¿Qué hacés cuando la inspiración no llega?