Las bestias se atraen
Alguien trajo unos bizcochitos a la casa de verano.
Parecían malvaviscos pequeños, pero hechos de harina. Venían en una bolsa de nylon duro y transparente, apilados en una cantidad que seguramente superaba las cuatro docenas.
Alguien probó uno y exclamó: “¡Qué ricos bizcochitos!”. Otros se tentaron, los probaron y estuvieron de acuerdo. Pero luego comieron otro. Y otro.
Y uno más...
“No puedo parar”, comentó uno, con un entusiasmo claramente menor que el del primer bocado, casi como pidiendo ayuda. “¡Sácamelos de enfrente!”, gritó otro. El manjar se había convertido en un calvario.
Durante dos o tres días, el tiempo que duró el paquete, se repitieron una y otra vez escenas similares: las mismas personas rindiéndose a la tentación, lamentándose cada vez que, casi por accidente, comían el primer bizcochito de la tanda. Ya sabían que no sería el único: resultaba imposible comer solo uno.
“Esto tiene que tener algún componente que hace que no puedas parar de comer”, dijo alguien. “Claro que sí”, respondió otro, convencido, mientras masticaba su quinto “malvavisco”.
Estaban poseídos por La Bestia.
Esa versión oscura, a veces impulsiva, que todos llevamos dentro y que nos empuja a actuar según las emociones del momento.
El paquete de bizcochitos funcionaba como un despertador que hacía rugir ese murmullo interno, incitando a comer “solo uno más”.
Pero la situación me llevó a pensar en otra cosa…
Cuando alguien tomaba un bizcochito, otro lo seguía. Como si el primero le despertara La Bestia al segundo. Es lo mismo que ocurre con un círculo vicioso de negatividad en un equipo, donde las interminables quejas de uno contagian el pesimismo al resto. O cuando los gritos de un conductor furioso marcan el tono para la respuesta del otro automovilista.
Las bestias se atraen.
¿Pero cómo evitamos que se junten?
Noté algo más…
Cuando alguien se planta y rechaza los bizcochitos, otros lo siguen. Se contagia otra energía. Igual que cuando las acciones de un líder inspiran a su equipo a pensar, actuar y comportarse de otra manera. O cuando la serenidad y la preocupación por el bienestar del otro desactivan la tensión generada tras un choque de autos.
Quien logra esto desarrolla la capacidad de poner “snooze” al despertador o incluso de detenerlo por completo, evitando ser poseído por La Bestia cuando la tensión o la tentación acechan.
Su aura invita a la calma.
Cuando las bestias se congregan, el Encantador las ahuyenta.
Para masticar...
¿Cómo influye tu actitud en la energía de un grupo o equipo?