Liderando dictados
Mi hija mayor está en la etapa de los dictados.
Cada dos viernes, tiene que escribir de dos a cuatro frases en inglés recitadas por la maestra, intentando cometer la menor cantidad de errores posible. El bocado de liderazgo de hoy (suscribite acá para recibirlos) me hizo acordar a la preparación de estas pruebas:
“Vos no podés obligar a las personas a escucharte. No podés obligarlas a ejecutar. Eso podría ser una solución temporal para una tarea simple. Pero para implementar un cambio real, para motivar a las personas a lograr algo verdaderamente complejo, difícil o peligroso, no podés obligarlas a hacer esas cosas. Tenés que liderarlas”.
— Jocko Willink (Extreme Ownership)
Practicar el “dictation” es todo un desafío...
Hay días en los que vuelve del colegio sin ganas de nada. Ni de bañarse, ni de comer, y mucho menos de practicar una tarea. Es en esos momentos, cuando las emociones me tienen contra las cuerdas, que aparece mi peor versión.
Prendo el modo “obligar” y empiezo a gritar “¡Dictation!”. El problema es que, por más fuerte que grite y señale el pizarrón, nada logra moverla de la cuadrícula de parquet en la que está parada. Es como gritarle a un poste.
A veces, de tanto insistir, logro que dé un paso y se acerque al pizarrón, pero la ilusión se desvanece cuando la veo dibujando flores y garabatos en piloto automático.
Pero también tenemos días de gloria. Días en los que se ríe, se divierte y aprende durante el proceso. Días en los que está abierta a las correcciones e incorpora las sugerencias en un chasquido de dedos. Terminamos sacando una foto de sus palabras en la pizarra.
Algo que he notado es que mi enfoque determina el tipo de día que tendremos. Si estoy ansioso y apurado, nos espera un día para el olvido. Si estoy sereno y dedicado, será un día memorable. De alguna forma, yo marco el tono de la habitación. El ambiente contagia. Mi hija capta esa vibra y oscila en la misma sintonía.
De la calma nace la diversión. Traigo los marcadores de colores para que tenga que escribir cada palabra con uno diferente, o invento un sistema de puntos por cada palabra correcta. Cualquier idea que convierta la tarea en un juego parece funcionar con ella.
El desafío también debe estar bien calibrado. Cuando le recito el dictado completo de una sola vez, es de esperar varios errores y mucho tiempo de trabajo. Esto es lo que suelo hacer cuando estoy ansioso y estresado. La corrección en exceso satura, apaga su chispa interior y garantiza un peor resultado al día siguiente.
La mejor estrategia ha sido avanzar de a pequeños pasos. Una frase por día. O ni siquiera eso, a veces sólo tres palabras, cuidadosamente seleccionadas: dos fáciles y una difícil. Esto hace que cada sesión sea liviana, sin aburrimientos y con progreso garantizado.
Se me viene a la mente la cita de Bill Campbell (Trillion Dollar Coach):
“Liderar es reconocer que hay grandeza en cada persona, y tu trabajo es crear un ambiente donde esa grandeza pueda emerger”.
El clima tenso saca lo peor de ella. Voces que gritan y obligan, oídos que no escuchan. El resultado nunca es positivo cuando su grandeza no está siendo reconocida.
Ella alcanza su mejor versión cuando elige participar en el proceso. Cuando puede visualizar el valor de hacerlo. Cuando disfrutamos y celebramos los avances, y fortalecemos nuestro vínculo con cada palabra que domina.
Los mejores días no estoy obligando.
Los mejores días, estoy liderando.
Para masticar...
¿Qué clima estás creando para quienes te rodean?