Mosquitos
La alegría que siento al abrazar a mis dos hijas pequeñas es inversamente proporcional a mi desesperación por la falta de sueño. Es más fácil ganar un peluche en esas máquinas de garra que lograr dormir ocho horas de corrido.
Una vez, volvimos a casa tarde en auto después de un día lleno de actividades en familia. Al apagar el motor, el silencio se apoderó de la cabina. Mi esposa y yo, casi al unísono, nos volteamos hacia el asiento trasero, confirmando lo que ya sospechábamos: las niñas estaban dormidas. Con sumo cuidado, levantamos a una cada uno, las subimos a casa y las acostamos en sus camas, esforzándonos por mantener el silencio para no perturbar su sueño.
“No lo puedo creer… hoy vamos a dormir bien”, pensé, lleno de ilusión.
Ya hace tiempo que mis hijas no se despiertan en medio de la noche. El verdadero desafío ahora es conseguir que se acuesten temprano, más aún en épocas de vacaciones. El hecho de que ya estuvieran dormidas era motivo suficiente para llenarme de emoción ante la perspectiva de una noche de descanso completo.
Me aseguré de que la sábana estuviera bien sometida por lo menos 40 centímetros en los pies del colchón, abrí un poco la ventana para garantizar el flujo de oxígeno y me acomodé de costado con un almohadón entre las rodillas. Apagué la luz y, junto a un leve suspiro, dejé caer los párpados en un estado de relajación total.
Minutos después, ya inmerso en esa fase del sueño en la que cada tanto uno da una patada involuntaria o siente como si cayera de un precipicio, escuché un sonido:
Bbzzzzzzzzzzz
Un mosquito. El ser más despreciable e inservible de este planeta. No importa lo que digan sobre el ecosistema, el mosquito es un error del sistema. Prendí la luz y recordé que, además de ser molestos, son unos verdaderos magos, capaces de desaparecer al instante, igual que David Copperfield.
¿Dónde estás?
Me desplacé sigilosamente bordeando el cuarto, ajustando tanto la altura como el ángulo de mi mirada de forma tal que siempre hubiera algo blanco en el fondo que contrastara con el cuerpo del insecto. No lograba encontrarlo.
¿Cómo es posible? Decidí sentarme a esperar a que apareciera.
Cincuenta minutos después, aún estaba al borde de la cama, concentrado, examinando con atención cada intersección del techo con las paredes, decidido a no acostarme hasta resolver el asunto. De repente, lo vi... en el techo, justo sobre el área de la cama donde duerme mi esposa. Tomé un almohadón, me subí al colchón y sacudí mi brazo como un látigo en dirección al enemigo.
Touché. Aliviado y orgulloso de mi victoria, me volví a acostar, no sin antes colocar un aparato contra mosquitos para evitar otra batalla.
La situación me hizo reflexionar sobre mis persecuciones más intensas, en las que una fuerte necesidad me impulsaba a dar pasos frenéticos hacia mi objetivo. Necesitaba dormir, y nada se interpondría en mi camino. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para asegurar mi noche de descanso, incluso quedarme sentado por un largo tiempo, observando las paredes en plena madrugada, en busca de un minúsculo insecto.
Resulta curioso cómo, a veces, me resulta tan difícil levantarme de la cama por la mañana después de haber dormido suficientes horas, pero aquí, apenas minutos después de haber cerrado los ojos y sintiéndome completamente somnoliento, me puse de pie de un momento a otro, casi por arte de magia, para finalmente verme dando saltos sobre la cama.
¿Será que el secreto para levantarse lleno de energía cada mañana está en tener algo por lo que luchar? ¿Algo que nos ayude a ver los “mosquitos” en el camino?
Para masticar...
¿Qué te hace levantar con energía cada mañana?