El Círculo Silencioso que Controla tu Vida (y Cómo Usarlo a tu Favor)

Hace 7 años logré escapar de un círculo vicioso y hoy, después de todo este tiempo, puedo expresar cuál fue el remedio.
Como consultor de software, me había tocado trabajar con todo tipo de clientes, pero nunca con uno como este. Conspiraba contra mí y contra mis compañeros de equipo. No escuchaba nuestros reclamos, nos pedía cosas incomprensibles y hacía todo lo posible por molestarnos. Era él contra nosotros.
O, al menos, así lo vivía...
Hoy, con la ayuda de un pequeño diagrama, encuentro las palabras para describir lo que me estaba pasando. Te presento la Rueda Mental.

Una postura, convicción o creencia pone en marcha la rueda. Como consecuencia, afloran ideas, pensamientos y emociones alineados a nuestra perspectiva. De ahí nacerá nuestro comportamiento, que, como resultado, moldeará experiencias de vida que fortalecerán nuestra creencia. Cada ciclo da otro empujón a la rueda, que acelera y acelera hasta que llega a un punto en el que se vuelve difícil de detener: la creencia pasó a ser una extensión de nuestro ser.
Bajémoslo a tierra...
Si estoy convencido de que hacer ejercicio forma parte de mi esencia, de mi autoconcepción, mis días estarán cargados de pensamientos como: “¡Qué lindo día para ir a correr!” o “Tengo que hacerle ajustes a mi rutina de piernas”. Como consecuencia, me calzaré los championes o miraré videos sobre cómo ejercitar mejor los cuádriceps, viviendo así experiencias que sintonizan con mi convencimiento inicial y lo refuerzan, para que piense, actúe y viva más de lo que creo.

Si bien este ejemplo muestra cómo la Rueda Mental puede generar un “círculo virtuoso” que gire hacia un destino productivo, podemos imaginar un contraejemplo que nos lleve “en contramano”.
Si estoy convencido de que el ejercicio no es para mí, de que nunca me interesó ni me va a interesar, mis días estarán llenos de pensamientos como: “¿Para qué ir a sufrir al gimnasio?” o “Qué buen día para estar cómodo en el sillón”. Pasaré más tiempo mirando la tele en casa, nunca consideraré comprar ropa deportiva y, si me invitan a un partido, buscaré una excusa para no ir. De esta manera, experimentaré situaciones que refuerzan mi convencimiento inicial, llevándome a pensar, actuar y vivir en sintonía con lo que creo.

El contraste de diagramas nos enseña algo importante:
La Rueda Mental no es buena ni mala. Simplemente es.
Es un proceso recurrente que genera experiencias y refuerza creencias en función de los “ingredientes” que la impulsan. Cuando entendemos esto, no nos queda más que prestar atención para empezar a descubrir y evaluar las diversas ruedas que giran en nuestra mente y que están condicionando y definiendo nuestras experiencias de vida.
Tony Robbins dice que “la calidad de tu vida depende de las preguntas que te hacés”. Así que, hagámonos algunas:
¿Qué tipo de pensamientos estoy teniendo?
¿Qué comportamientos quisiera cambiar?
¿Qué tipo de experiencias quiero vivir?
Estas preguntas buscan generar conciencia sobre nuestras Ruedas Mentales, para que después podamos indagar hasta entender qué creencias las están empujando. Tenemos que poner en palabras las posturas que dan cuerda a nuestros bucles desenfrenados.
Este proceso puede ser difícil e, incluso, doloroso de llevar a cabo. A veces surgen ruedas que tienen que ver con lo laboral: vínculos dañados con algún compañero o posturas rígidas sobre cómo debería realizarse el trabajo. Otras ruedas dominan lo personal: limitaciones o convencimientos que nos trancan o, por el contrario, nos habilitan a perseguir nuestros objetivos. Un poco de introspección puede ser suficiente para dar con alguna de estas creencias, aunque algunas ruedas demandarán una búsqueda más exhaustiva para desenterrar posicionamientos de los que ni siquiera somos conscientes de que nos están comandando.
“Hasta que no hagas consciente lo inconsciente, dirigirá tu vida y lo llamarás destino”.
— Carl Jung
Volvamos al cliente “problemático”. Cuando empecé a sentir el negativismo que irradiaba de mí, entendí que estaba atrapado en un círculo vicioso. Tenía que detener esa rueda. Por suerte, encontré la claridad mental para observar la situación desde una perspectiva neutral, como si fuera un etólogo que estudia la conducta de sus bestias.
Pude atrapar mis pensamientos “in fraganti”, conspirando para destruir las iniciativas del cliente. Me descubrí actuando en consecuencia, quejándome y hablando de mala gana durante las reuniones, y confirmé que lo que estaba viviendo —el resultado de esa seguidilla de pensamientos y comportamientos— no era más que discusiones y momentos de pesimismo e insatisfacción.
El catalizador de todo ese negativismo quedó plasmado en el segundo párrafo de este texto: estaba convencido de que el cliente estaba “batallando” contra nosotros. Así que, si quería pensar, hacer y vivir menos de lo que estaba viviendo, había una sola opción: cambiar lo que creía.
¿Pero cómo cambio una creencia?
No es tarea sencilla. Cuantas más vueltas da una rueda, más nos identificamos con lo que creemos y más difícil resulta el desapego. Pero, si cultivamos la capacidad de abstraernos de lo que creemos que somos y logramos visualizar y verbalizar los bucles que nos dominan, estaremos mejor posicionados para experimentar con pequeñas “cirugías” —con la esperanza de que curen o, al menos, alivien algunos de nuestros dolores.
“El optimista ve la dona, el pesimista ve el agujero”.
— Oscar Wilde
La técnica que me ayudó a escapar del “molesto” cliente tiene mucho que ver con las palabras de Oscar Wilde. Tenía que buscar la dona. En términos psicológicos, podemos llamarlo “reframing” o “reencuadre cognitivo”: ver una misma situación de otra manera. Aplicado a la Rueda Mental, podemos usar esta técnica para reformular las creencias que condicionan nuestra experiencia.
Me di cuenta de que la situación representaba una oportunidad única para empezar a conocer a mi “Bestia”: esa versión oscura que todos llevamos dentro y que intenta convencernos de actuar según las emociones del momento —la reactividad, el incesante murmullo—. Tenía garantizada la práctica diaria para aprender a domarla y, de a poco, descubrir cómo canalizarla a mi favor. Así, con ayuda de un reframe, nació una nueva creencia:
“Este cliente está aquí para enseñarme algo”.
Llevó algo de tiempo creerme esta nueva historia —más de una vez tropecé y volví a caer en los viejos hábitos—. Pero, a medida que fui pensando y actuando cada vez más en función de la nueva postura, mi experiencia se fue transformando. Cuando el cliente decía algo que me molestaba, surgían nuevos pensamientos: “Uh, eso que dijo despertó a La Bestia. Quizás pueda intentar contenerme y escribirle luego de la reunión, cuando esté más calmado”. Hacía eso y, como consecuencia, mis intercambios con él resultaban serenos y productivos, reforzando la idea de que, gracias a él, estaba aprendiendo a gestionar mis emociones.
“Así que, si quería pensar, hacer y vivir menos de lo que estaba viviendo, había una sola opción: cambiar lo que creía”.
Ese fue mi remedio: tomar distancia y observar la Rueda Mental que movía la realidad que vivía. Luego, reformular la creencia para frenarla y darme el tiempo necesario para que emerja una nueva realidad, dándole rodaje a una rueda diferente.
Estoy convencido de que somos los guionistas de nuestra vida. Y, a veces, un pequeño cambio de perspectiva puede darle un giro nuevo a toda la trama.
Para masticar...
¿Qué bucle de pensamiento te causa más dolor y cómo podrías cambiarlo hoy?